Cuando se quiere establecer la existencia de un accidente laboral, se hace bajo la teoría del riesgo, es decir: riesgo como la probabilidad de que algún suceso ocurra, en este caso, uno que afecte al trabajador. Existe este ‘riesgo’ tanto en los espacios y establecimientos de trabajo, así como en el trayecto que toma el trabajador para dirigirse a su trabajo y regresar a casa.
Esta teoría del riesgo nos dicta que, si un trabajador por motivos personales hace ciertas actividades, este asume un riesgo que él elige, entonces, no existe un riesgo de tipo laboral; por ejemplo, el trabajador elige un deporte extremo o jugar parqués, situaciones que no dan paso al accidente de orden laboral al ser circunstancias de riesgos diferentes y a elección del trabajador; contrario de cuando este trabajador está en un espacio laboral, un trabajo de alturas, e incluso de oficina, donde existen riesgos que el trabajador no asume sino que acepta por motivo del trabajo, es en el contexto de este riesgo laboral donde sí puede entenderse los accidentes laborales.
Cuando el trabajador toma transporte a su trabajo y de regreso, ¿es un riesgo propio de él o se asume por razón del trabajo? En esta circunstancia, la norma nos señala que este riesgo no es laboral, ya que la forma en la cual el trabajador llega a prestar sus funciones no es atribuible al empleador, salvo que este sea quien brinde el transporte, por tanto, si el empleador reconoce dineros para el transporte no se configura como accidente laboral. Pero si el empleador es quien brinde el servicio, transporte o la movilización del trabajador se da por misión o en cumplimiento de órdenes y actividades del trabajo, en estas circunstancias sí se configuraría el accidente laboral, ya que se somete al trabajador a un riesgo que comúnmente no se expondría, pero sucede en ocasión de su vinculación laboral.
